La asiática acarició suave y largamente la polla con su lengua, sin olvidar también los huevos. Trabajó cada milímetro, mientras gemía tan lánguidamente que su compañero quería follarla. Su polla cabía entre sus hermosos pechos, y sus rosados pezones se hinchaban. Se tumbó y quiso que se corriera dentro de ella. Acabar sobre su barriga le producía un placer especial. Se acarició la polla con la mano. Ojalá tuviera una asiática así, porque son todas tan temperamentales.
¡Chica caliente! Podrías follarla durante horas, ¡me la follaría en el coño todo el día! Ella rebotaría en mi polla, me haría una buena mamada y luego se volvería loca con todo el esperma que tiene).